Su presencia me irritaba. Su cabello, como una cortina dorada me fastidiaba. El sonido de su risa que años anteriores alegraba mis días, hoy detestaba a tal punto que luego de contemplar su cuerpo decidí matarla. Arrancarla de mi lado. Soltar al vacío su presencia tediosa, su inefable voluntad soñadora de vivir.
Era la hija de un bufón, una reina despótica, la soberana de su reino…y el mío.
Había convertido mi vida en un calvario, con su burlona sonrisa, sus malditos sueños, su tan preciada libertad. Todo su imperio se regía por sus reglas inútiles, desmedidas, caprichosas, implacables.
Su mirada era como un caleidoscopio, como entrar a un túnel siniestro del que ya no podía salir con vida.
Su pelo, esa cortina dorada que tanto odiaba, caía por sus hombros como una hermosa catarata y me hacía caer en sueños. Aborrecía su sonrisa. Esa carcajada que retumbaba en mis oidos, esa pseudo-felicidad que contagiaba, ese empecinado optimismo del que quería hacerme partícipe, esa maldita voluntad de vivir!
Oh…! Como odiaba todo aquello, como odiaba el haberla conocido, como odiaba su maldita vida!
Sr Juez :
Pido perdón por odiarla tanto, por acabar con su patética-feliz-vida. Porque si vamos al caso, mi vida vale mas que la de ella…y la de cualquiera.
- Buen día amor, como has dormido?
- Muy bien querida, quieres una taza de café?
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