lunes, 27 de septiembre de 2010

La Triste Despedida de los Sincronismos

Sacó el boleto y corrió por el andén. Tiró el cigarrillo, buscó un lugar para sentarse y abrió el libro en la página marcada con el boleto capicúa.

Los demás pasajeros eran como maquinas autómatas de esta sociedad imperialista. Poco le importó todo esto, se sumergió rápidamente en la lectura y se olvidó de todo.

Retiro. Un mundo de gente y él estaba ahí, esperándola con una cerveza y un cigarro en la boca. Una amplia sonrisa se dibujaba en su rostro, se miraron y se abrazaron fuertemente como tantas otras veces…solo que ninguno de los dos sabía que quizás esa fuera la última vez que se verían. Hablaron largo rato, se divertían tanto…eran un sincronismo perfecto o eso parecían o creían. Solo que la vida o el destino a veces tiene otros planes para nosotros, pensó Elena.

Luego de unas cervezas emprendieron paso por la plaza San Martín, caminando juntos en silencio. La luna brillaba y se divisaban algunas estrellas aunque eran opacadas por las luces de Buenos Aires.

Victor traía un libro de su escritor favorito y juntos comentaron un capitulo en particular, ese que más tarde, el escritor hiciera una novela al respecto.

Jamás se prometían nada, solo un boleto capicúa, una ficha de metegol, una sortija y algunas palabras arrojadas al viento eran todo lo que necesitaban para ser felices. Pero las palabras eran fruto de los malos entendidos y los silencios a veces eran mas dolosos q sus palabras…meilleur pied.

Las horas pasaron, así que decidieron dormir juntos una vez más.

-Solo abrazame Víctor… J'ai besoin d'un câlin aujourd'hui.

-Vos no queres eso, no sabes lo que querés o quizas si, pero nunca te vas a decidir, vos siempre tan…

-Si que sé lo que quiero o quizás tengas razón y de verdad no lo sepa…es que vos son tan vos y yo soy tan yo...

-Entonces ne das la razón! Si yo nunca te pedí nada.

-Quizás ese sea el punto.

-Quizás…pero yo siempre te voy a querer y lo sabés.

-No. No lo sé. Porque yo sé que te voy a lastimar.

-Ay…no digas pavadas.

-Es que ahora no puedo, tengo muchas cosas en la cabeza que vos no entendés.

-Mirá que sos tonta…

-Comme vous le dites.

Se hizo de día y Victor se vistió rápido para ir a su trabajo. Elena lo despidió y se quedó mirando su partida. Esa fue la última vez que se vieron. Evidentemente Victor tenía razón, ella nunca iba a saber lo que quería. O lo que quería con él. Ahora ya no quedaban sincronismos las otredades se había apoderado de ella, el miedo desvalido la consumió y la ausencia dijo presente.

Pero siempre quedó el recuerdo, sus textos, palabras y dibujos que se grabaron a fuego en su mente…et qui va se passer.


Victor ahora escribe la película de su vida y Elena sigue tomando trenes para ver si tiene suerte y le toca uno capicúa.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Garúa

Los adoquines resbalaban, debido a la lluvia torrencial que se había desatado la semana pasada. Sus zapatos estaban empapados (otro par tirado a la basura) y se le hacía difícil llegar…llegar, no importaba donde. Sino a ¨algun lado¨.

Cruzó la avenida sin mirar, con una especie de hipnosis mental y las puteadas de los automovilistas.

El dolor le resultaba insoportable, los pasos cada vez mas difíciles y su recuerdo eran cuchilladas punzantes en todo su ser. Debajo de su sobretodo (mojado) estaba su ropa ( también mojada ) su dolor, su recuerdo, su tristeza.

Recordó Paris, Viena, su sonrisa, sus manos de artista y se puso a llorar. Ahora no tenía que llorar, ahora ya había perdido todo, ahora, decía su madre tenía que mirar hacia el futuro…futuro? De qué futuro me hablás si vos nunca quisiste a Horacio, mamá? Además ella no sabía ¨ese¨ detalle. Nadie entendía su pena, ni sus lágrimas, ni porqué estaba mojada ese día, a esa hora, ni porqué se había desecho de ¨eso¨ y del porqué había tomado esa decisión.

Paula se detuvo en un supermercado, compró vodka y se fue a su casa.

Ahí seguían las fotos de París, de Viena, Roma, Dublín…mas cuchilladas para su cuerpo, cuando el médico fue lo suficientemente claro con que nada de bebidas alcohólicas. Ya no. Pero ahora sí.

Luego de esa botella se vinieron otras dos, mientras Paula buscaba papel y trataba de escribir una carta que jamás llegaría a leer Horacio. Contándole de donde venia y porque había decidido hacerse un aborto.

Las letras se le entreveraban y el papel tenía manchones de lagrimas y mocos . Todos los años hermosos que habían compartido juntos, los proyectos, las promesas, los sueños y todo le era arrebatado por un capricho del destino.

Horacio había muerto en un accidente hacía un mes y un mes antes se había alegrado tanto con Paula con la maravillosa noticia de que iban a ser padres. Y ahora ella que ya no tenía sueños, ni promesas, ni proyectos había decidido sacarse a su hijo porque ya no le importaba nada, ni siquiera su vida de depresión, tristeza y ropa mojada y aborto.

Así que siguió tomando vodka, sus dolores se iban atenuando debido al mareo, las letras, las fotos eran montones de lagrimas y mocos resfregados y la hemorragia era imparable.

Trató de ir a la cama pero las puntadas eran tan fuertes que se desmayó antes de llegar. En sueños le pareció ver a Horacio y al bebé en la plaza de Saint-Cloud. Todo hubiera sido tan hermoso…

Su cuerpo tendido en el piso era un charco de sangre y olor a podrido. Había dejado de llover. Una lástima, ya se le hubieran secado los zapatos.