sábado, 9 de febrero de 2008

Otro Cuento...

La noche era una densa masa de niebla donde no se divisaba por la ventana el establo. Se sentían los caballos nerviosos, pero era inútil intentar calmarlos. Franz era viudo, sus hijos habían abandonado hacía algunos años el nido familiar. Y ya se había acostumbrado demasiado a conversar solo o con sus caballos. Aunque a veces el fantasma de Eleanor era tan palpable, su recuerdo tan tangible, su perfume tan intenso en lo más profundo del hipotálamo y su recuerdo tan inalienablemente suyo q le era imposible mantener un hilo de cordura.

Hablar con los caballos, hablar con el fantasma, hablar consigo mismo era prácticamente sinónimo.

Hacía años q la metamorfosis de la noche no lo asustaba. Q sentarse en la mesa de la cocina a oscuras era parte del ritual diario, q no sentía a su lado el calor de otro cuerpo. Solo las noches heladas, con sabanas de nadie eran parte de sus días. Y todo era inalienablemente suyo.

En la casa no había luz eléctrica, su casa era la única q había quedado en la villa. Una ruta alternativa había dejado de pasar por el pueblo y uno a uno de sus habitantes se fueron marchando de aquel lugar. Quedando solo Franz y su establo viejo. En tiempos lejanos había servicios, y entre los servicios había comunicación telefónica. El viejo teléfono negro seguía en su sitio, en la mesita redonda, sobre un hermoso camino q Eleanor había tejido. Ahora el camino era amarillento, y el teléfono era una montaña de polvo.

El invierno se hacía cada año mas crudo, las heladas devastaban todo su terreno y sus caballos eran cada vez más viejos. La semana pasada había perdido otro animal debido al clima. Había veces en las cuales era imposible salir de la villa y así pasaba sus días en soledad, con sus fantasmas, sus paredes descascaradas por los años y su teléfono arrumbado.

Un día, al venir del establo porque uno de sus caballos estaba herido, entró en su casa en busca de vendajes y algún antibiótico vencido del botiquín cuando ocurrió algo inesperado. El teléfono negro comenzó a sonar. El teléfono negro estaba desconectado, el viejo teléfono polvoriento no tenía línea porque allí no había cables telefónicos.

Se paró delante del teléfono y su corazón empezó a latir con fuerza dentro de su pecho, las arterias se dilataron y el fluido de su torrente sanguíneo comenzó a galopar con fuerza.

- Debo estar volviéndome loco.

El teléfono siguió sonando y Franz, ante la propia curiosidad atendió.

Contestó al teléfono con un susurro -¿…Si…?

La voz amorfa, sin sexo, sin expresión del otro lado de la línea habló. No era una voz conocida, no. No era la voz de Eleanor, no. No era la voz de nadie y sin embargo le habló de la luz. Le habló de un pasado. Le habló de su otra vida. Y Franz cortó. Se quedó anonadado ante esa llamada y encendió su pipa.

El teléfono volvió a sonar y esta vez Franz atendió sin dudar.

-¿Q quieres? ¿Quién eres?

-No importa.

-Acaso es una broma?

-Soy tú.

-Quien?

-Tú.

-…

-Estoy en otro tiempo, en otro espacio, soy tú en otra vida pasada.

Franz pestañeaba y no podía creer toda aquella locura. Se frotaba los ojos y su corazón seguía galopando como un corcel.

-Tenemos algo pendiente. Y estás donde no debes estar. Cuantos años tienes?

-57

- Estás seguro?

-Busca en el ropero, en las cosas de Eleanor. Hay una caja azul. Dentro hay unas cartas, junto a las cartas verás una foto, la foto está fechada. Tráela.

Franz sin pensar fue donde el Otro le decía, sin pensar en la locura de todo aquello y buscó la caja azul. Volvió a sentarse al teléfono y buscó.

Efectivamente había unas cartas q él le había escrito a su mujer en juventud y estaban las fotos…

-¿Q fecha tienen las fotos?

-1968

-En q año vives Franz?

-1978

-Mira el almanaque.

-Es q acaso no entiendes? Estamos en 1978!!

-Mira la foto de la playa, dale vuelta, mira la fecha y la dedicatoria.

-Pero…si nunca estuve en la playa…

-Búscala.

Y para su asombro, ahí estaba. El, Eleanor, sus hijos, en la playa. La dio vuelta y sus ojos se asombraron tanto q casi no podía leer. Año 1996.

Volvió a mirar el almanaque. 1978.1996. Su casa estaba sumida en una terrible oscuridad. El silencio de sus paredes parecía un grito ahogado y sus labios no podían emitir sonido alguno. El tenía 75 años, su establo no tenía caballos, Eleanor no estaba a su lado y sus hijos se habían olvidado de él.

Por primera vez se dio cuenta q no existía. Q además de un viejo solitario había sido un necio para intentar olvidar y en el intento de intentar de olvidar se había olvidado de vivir.

La voz del otro lado le dijo – Tú no existes, porque Eleanor no te ha conocido. Eleanor nunca ha muerto y tus hijos no han nacido…

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