La oscuridad la llevaba a cuestas. El peso del mundo en sus espaldas. Carecía de gracia, de movimientos ágiles y sin embargo todavía tenía años de vida por delante q le permitirían andar por la casa.
Sus ancestros le habían dejado la sabiduría de protegerse ante las adversidades, las soledades y el peligro. Pero no le habían enseñado a defenderse de su enemigo mas poderoso, ella misma.
Cada mañana al despertar se desperezaba, miraba el sol y se dejaba embriagar de su dorada tibieza matinal. Respiraba el perfume de los jazmines, las dalias, las azucenas salpicadas por el rocío y se dejaba llevar por su cálido aroma.
Daba un paseo por el jardín, con la dificultad obvia y relajante q llevaba a cuestas, olvidándose de toda preocupación y se disponía a relajarse. A pesar de su vida ociosa anhelaba otra cosa, otra vida, otro cuerpo. Q la liberara de sí.
Sus antepasados habían sido olvidados o guardados en la oscuridad. Nadie parecía darse cuenta de la aristocracia de su abuelo. De la longevidad de sus padres, de los padres de sus padres, de los padres de sus padres, de sus padres. A ella tampoco la amedendraba eso. La oscuridad y el peso de su mundo le bastava para tener memoria.
Se acordó de su infancia, de la tienda, de la alegría q había provocado al llegar al hogar. Y se dio cuenta q ya nadie se percataba de su presencia. De su ausencia, de su existencia. Volvió a anhelar otro cuerpo, otra mente, otro espíritu para poder salir a la vida y demostrar quien era realmente.
Pero los días pasaban, las estaciones parecían detenidas por un capricho de la madre tierra y la longevidad la atormentaba.
Un día, cuando se despertó y salió, como todas las mañanas, miró las dalias, q tanto le gustaban y se percató de su tristeza. Y de la tristeza q sucumbía a sus dalias, jazmines y azucenas…
-¿Dónde están todos? – Se preguntó.
Acaso la soledad había acabado con la vida de su hermosas flores?
Quizás vuelvan pronto, pensó.
Tal vez se aburrieron de esperar a nadie y decidieron morir…suerte la de ellas, a mi me queda mucho tiempo.
Mientras pensaba todo esto, se percató de un lugarcito, de una luz para su túnel de oscuridad. De una ráfaga de claridad para su alma perdida. Y hacia ahí se dirigió. Paso a paso, con su intangible ansia de querer ser libre, con su peso del mundo a cuestas, con sus ancestros, con sus miedos y partió.
El lugar si bien no era amplio y le era complicado le bastaba para tenerse fé por una vez en la vida y luchar por su libertad.
Despacio, primero una, después la otra y de repente…la inmensidad, la libertad absoluta, la soberanía de todo su imperio se alzaba a sus pies.
-¿Dónde ir?
-¿Y si me buscaran? ¿Y si todavía le importo a alguien? ¿Y si mis dalias decidieran no morir? ¿Y si…?
Era inútil pensar en ¨Y si…¨ ahora era el momento de pensar por ella misma, de defender su libertad y sorprenderse ante las maravillas q la rodeaban.
Sintió q había tenido durante toda su vida un vendaje en los ojos, era un ciego sin lazarillo y eso la asustaba aun mas. Pero pensó en la soledad q la aquejumbraba, en la incomodidad q le provocaba esa casa y en su vida…y en su longevidad y decidió seguir su camino.
Todo era nuevo, todo era grande comparado con su jardín, con su casa y decidió, una vez más esconderse. Inevitable. Pero ese lugar le daba seguridad a sus inseguridades. Ahí nadie podría encontrarla, nadie podría lastimarla y nadie podría molestar la paz y tranquilidad q necesitaba cuando llegaba su estación del año.
Se acercaban a mirarla, los niños querían agarrarla, algún perro habrá creído q era una piedra e intentaba jugar. Jugar. Hacía tiempo q eso no lo hacía. Y q no llamaba la atención de nadie. Ni siquiera cuando estaba durante un largo tiempo debajo del tocadiscos en el rincón.
Confundió la curiosidad con invación, la alegría de quien la veía con maltrato. El juego simple con la violación a la privacidad.
Y se volvió a asustar y se volvió a esconder.
Sus patas cortas no le permitían correr y a pesar de q se había dado cuenta de la velocidad sorprendente a la q podía llegar se dio cuenta también de sus limitaciones. Pero esto no la asustó. Quizás no pueda ir más rápido q mis patas, pero sí más lejos q mis convicciones.
Y así dejó su pequeño jardín una simple tortuga, con una larga vida por delante, con sus limitaciones corpóreas, con su soledad a cuestas, el peso del mundo a sus espaldas. El olvido de los otros, los miedos…dispuesta a enfrentarse al mundo.
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